jueves, 16 de septiembre de 2010

Entre nubes


Me pierdo entre las nubes bajas que invaden la ciudad en los días de levante. Nubes altas, bajas, niebla, “tarot”, neblina, brumas, entre las que me enredo y desenredo al compás del viento y de mis inquietudes. Soledad nublada, besos ausentes (misteriosos entre las nubes), caricias inclasificables, irreales (o no), lejanas, que casi no percibo, no sé si las siento, si las sueño, si forman parte de mi perturbación o de la realidad de tus finas manos.
Escribo tu nombre con mi aliento en los cristales del coche y aparece dibujado con un signo de interrogación entre nubes de algodón de azúcar (chamuscado), de color oscuro, apetitoso al olfato pero desagradable al gusto. Mi propia caligrafía se refleja en mis gafas con un mensaje subliminal brumoso. Quizá sea porque el amor, si realmente existe, tiene un ligero sabor agridulce y sentimientos encubiertos; o cubiertos… ¿quién sabe?
Aparco y, mientras camino entre lo sombrío de mi destino, mi camino, mis intenciones y el halo misterioso de las pequeñas callejuelas entre las que me encuentro, a lo lejos, debajo del puente, alguien canta y, con su guitarra invisible canta mudas canciones de olvido, de deseos inconfesables, de amor correspondido y destrozado, de besos que no damos, de gente que olvidamos. Melodías oscuras cubren las calles con pequeños cúmulos formados de notas musicales surgidas de una garganta rota por el humo del tabaco. Cierro los ojos, me transporto a otro lugar, me ahogo, me disipo, me desintegro entre ellas en alma, a la par que mi cuerpo sigue deambulando entre lo gris, perdido, sin saber exactamente donde va.
Y entre nubes me veo andando sin rumbo fijo, sin ver el final de la calzada, entre nubes en mis sueños, en mis fantasías (dormida y despierta), envuelta en su fría humedad en mi cama por las noches en mi soledad, entre ellas, mientras fumo preguntándome el por qué de las cosas, el sentido de la vida sin ti.
O contigo... no lo sé.

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