jueves, 19 de agosto de 2010

Cansada...


Estoy cansada...
De teñir el verde luminoso andaluz de los campos o de prados irlandeses en verde oscuro y sombrío.
De confundir el amarillo dorado de un día de sol primaveral con uno de color amarillo radioactivo, dañino y desagradable a vista.
De ver el cielo azul oscuro, casi negro, en lugar de azul apagado o en modo “ahorro energético” para, posteriormente, encenderse con más fuerza y vivacidad al día siguiente e impregnarme de su energía.
De ver mi cama y la noche como vía de escape de un día largo, sin sentido y amargo para transformarme en una osa que hiberna de manera compulsiva y huir así de una realidad que detesto.
De que me moleste lo absurdo y de que lo que verdaderamente es molesto me de igual o me cause indiferencia.
De la rabia contenida que no se canalizar, que me agría el carácter, me provoca desgana, apatía y desidia.
De todo un poco y de nada en concreto, o quizás sí. De mí misma, más que de nadie.
De mi visión distorsionada, de ser consciente de ella y no saber como atajarla.
De la autodestrucción, por ser más dañina que el daño ajeno.
De verme... y no encontrarme.
De mirarme... y no ver nada.

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