sábado, 13 de marzo de 2010

Mientras duermes


Me encanta observarte mientras duermes e intento adivinar lo que sueñas. Seguir siendo invisible a tus ojos, pero no a tus sentidos. Acariciarte sin medida y verte disfrutar como una niña, ver como, medio dormida, sonríes y me lanzas un beso casto, tierno y repleto del azúcar más dulce (suaves ósculos que me enternecen y me hacen estremecer y caer rendida a tu lado). Sentir tu alma inquieta luchando con la mía por construir un sueño de dos. Adoro disfrutar de ese momento, de esas pequeñas cosas que, contigo, sí que merecen la pena. Me olvido de mirar al pasado, no lo recuerdo, ni siquiera me molesto en pensar que existió. No hay tormentos de experiencias anteriores, no hay reflejos, no hay nada que me frene a sentirte.
Y… ¡allá van! Caricias lentas, que atormentan, que alimentan, inocentes, poderosas y de las que te vuelven demente. Caricias que también son valientes (porque un despertar violento puede acabar con la magia del momento) que son de fuego ( y despiertan los deseos más ardientes poco a poco de manera sigilosa), traviesas e indecentes (de las que me hacen enredarme bajo tus sábanas).Caricias madrugadoras, vespertinas, noctámbulas , suaves, delicadas, sutiles, indescriptibles que recorren todas las costuras que con tanto cuidado he bordado en tu cuerpo.
Te dejaré soñando una vez más, convenciéndote poco a poco de que hay más de mil razones que incitan a no despertar de tan lindo sueño…

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